En ambulancia

Capítulo 9:

Mientras la psicóloga hace anotaciones, cierro los ojos, intentando dejar la mente en blanco, pero la cabeza me da vueltas, creo que me voy a desmayar.

Se acerca una chica a lo lejos, no la distingo bien, veo la imagen borrosa. Camina lentamente y, a medida que se aproxima reconozco a Valeria. Parece muy enojada, está gritando y mueve las manos, pero no entiendo nada de lo que dice, una sirena me impide escucharla.

Estirada boca arriba, hago un gran esfuerzo y abro los ojos. No tengo ni idea de  dónde estoy, hay una mujer a mi lado sonriendo que mientras me toma el pulso dice:

  • Bienvenida Martina, ¿cómo te encuentras?

Abro la boca para hablar, pero no me salen las palabras, entretanto ella sigue hablando:

  • Tranquila Martina, has perdido el conocimiento, pero ahora estas en una ambulancia dirección al hospital. Soy la doctora Ana Jiménez. Mira este puntero y sigue la luz, por favor.
  • ¿Estoy grave? – acierto a preguntar, intentando seguir la luz con la mirada.
  • Has recibido un golpe bastante fuerte en la cabeza y has estado sometida a mucha presión. Debieron llevarte inmediatamente al Hospital en lugar de interrogarte, pero no te preocupes que ahora estas a salvo – explica la doctora colocándome un termómetro debajo del brazo.
  • ¿Y papá? ¿Y mi hermano? – me esfuerzo a preguntar con un hilo de voz.
  • Tu padre está delante, al lado del conductor y tu hermano viene detrás en su coche. No pienses en nada, intenta descansar – dice la doctora con una sonrisa tranquilizadora.

Los ojos se me cierran de nuevo, sigo mareada y hago un gran esfuerzo por mantenerlos abiertos. Me asusta dormirme, soñar con Valeria. Me siento vulnerable.

Me fijo en la doctora, es mayor, debe tener casi treinta años. Tiene el pelo rubio, recogido en una coleta alta, sus ojos marrones son muy expresivos y tiene una sonrisa muy bonita.

Mira el termómetro y anota el resultado en el historial, luego me mira esbozando una suave sonrisa mientras pregunta:

  • ¿Necesitas algo, Martina?
  • Tengo la boca seca – respondo al momento.

Coge una botella de agua,  llena un vaso de plástico y me lo acerca. Mientras me incorporo, cojo el vaso y bebo toda el agua sin parar.

  • ¿Te duele la cabeza? – pregunta recogiendo el vaso vacío.
  • Sí, donde tengo la herida – contesto tocándome encima de la nuca.
  • ¿Has tenido vómitos? – sigue interrogando.
  • No – preciso enseguida.
  • ¿Dificultades para ver bien? – continua la doctora.
  • No, veo igual que siempre, creo – respondo mientras recuerdo la chica que se acercaba, pero supongo que era un sueño.
  • ¿Mareos? – interpela ella.
  • Si, bueno, cuando estaba en comisaria con la psicóloga he notado que se me iba la cabeza y ahora, si cierro los ojos, me siento mareada – confirmo.
  • Bien, procura no dormirte, es mejor que llegues despierta al hospital. Te harán varias pruebas – explica ella mientras sigue rellenando el historial.

La ambulancia hace un giro demasiado rápido y la doctora cae encima de mí. Enseguida se disculpa, un poco azorada.

Un aroma dulzón a clementina y almizcle penetra por mi nariz. Reconozco este aroma, me recuerda a Valeria.

Enseguida vienen varios recuerdos. Estoy en la entrada del centro comercial, esperando, muy contenta porque Valeria me ha dicho que viniera, bueno, tal vez, me lo ha ordenado, pero me da igual, he quedado con ella y eso es lo único que importa.

La veo llegar, sola, me parece extraño, porque siempre va con Raquel o Lidia, sus amiga íntimas. A medida que se acerca me parece que está un poco enojada.

Cuando llega a mi lado, se acerca a mi cara, como si quisiera darme un beso en la mejilla, pero simplemente me dice al oído:

  • Ha llegado la hora de que demuestres tu valentía. A ver si eres tan atrevida como aparentas, niñata.

Su seguridad me confunde a la vez que me aterroriza un poco, sin embargo hago como que no me importa, intento aparentar una confianza y valentía que en realidad nunca he tenido.

Me coge del brazo y me arrastra hacia una tienda de artículos del hogar que hay al lado de los servicios.

Se para delante de la puerta y ordena:

  • Tienes que meterte una navaja plegable en un bolsillo y salir sin que te vean. ¿crees que estás preparada?
  • Si, por supuesto. ¿Entras conmigo? – digo tragando saliva.
  • Entraré contigo, pero no iremos juntas, nos encontraremos en los servicios dentro de diez minutos – sigue ordenando ella.
  • Vale, vamos allá – contesto intentado sonreír.

Me meto dentro y doy una vuelta por la tienda, tocando cosas, mirando precios, disimulando. Cuando llego donde están las navajas plegables, miro a todos lados y, cuando creo que nadie me mira, me meto una en un bolsillo de los pantalones.

Sigo disimulando, me parece que nadie se fija en mí, así que ahora ya podré irme. Miro a todos lados buscando a Valeria, no la veo, tal vez ella ya se ha ido.

Cojo un paquete de pañuelos de papel, paso por caja y  pago, esperando que no se den cuenta de que llevo la navaja en el bolsillo.

Un ruido metálico me sobresalta, abro los ojos y veo que se han abierto las puertas traseras de la ambulancia, papá está abajo esperándome.

¡Qué rabia! Ahora que había empezado a recordar.

(continuará)

 

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