Intentando recordar

Capítulo 6

Hundida en el asiento del Ibiza de mi hermano, dejo que me coloque el cinturón de seguridad, mientras absorbo ese aroma fresco y varonil que desprende, ese olor que tan bien conozco y que me da confianza.

Sentado a mi lado, pone el coche en marcha y, mientras me observa, pregunta:

  • ¿Qué ocurre Martina? Desde que nos hemos cruzado con esos dos chavales, tu cara ha cambiado, estás blanca.
  • No sé muy bien lo que me pasa, pero cuando me ha cogido las manos, imágenes sin forma concreta se han mezclado en mi cabeza, me da la impresión que estoy a punto de recordar algo. Es como cuando tienes una palabra en la punta de la lengua y no te sale – digo temblando.
  • Tal vez este “pavo” tiene algo que ver con lo que ha sucedido – contesta intentando esquivar un motorista que quiere saltarse la cola del atasco.

Cierro los ojos con fuerza, tratando de retener esas imágenes que van y vienen dentro de  mi cabeza. Veo a Valeria con Javi,  a Javi sonriéndome, a continuación, Javi y yo besándonos y, por último, a Valeria gritándome, insultándome. Estoy hecha un lío.

Abro los ojos, estamos encallados en un embotellamiento. Una ciudad pequeña colapsada por centenares de coches de visitantes que vienen a disfrutar de su tiempo libre en el centro comercial más grande de la zona. Tal vez demasiado grande para una ciudad demasiado pequeña.

Miro a David de reojo y veo que él también me está observando de reojo. Nos reímos porque esta situación ya nos ha pasado muchas otras veces.

Coge aire y sonriendo me pregunta:

  • ¿Cómo estás, mi niña? ¿Has podido recordar algo?
  • Solo veo imágenes sin sentido, con Valeria, con Javi, no sé, todo me parece extraño – contesto con voz pausada, como midiendo las palabras.
  • Relájate un poco, intenta descansar. En la Policía te van a interrogar y puede llegar a ser estresante – dice él suavemente.

Vuelvo a cerrar los ojos,  la cabeza me da vueltas. Intento retener alguna de las imágenes que han pasado por delante de mí, como si se tratara de una película, como si yo no fuese la protagonista.

Cuando David me ha dicho que Valeria está en coma, me he sentido culpable, no sé de qué y no sé por qué,  pero, automáticamente, me he hecho responsable de su desgracia.

Sin embargo, después de haber visto a Javi he cambiado ese sentimiento por repulsión, incluso odio, se podría decir.

El coche frena de golpe y al abrir los ojos veo a Sofía cruzando por el paso de peatones. Abro la ventanilla y la llamo. Se acerca corriendo y me pregunta:

  • Martina ¿Te has enterado de lo que le ha pasado a Valeria en el Centro Comercial?
  • Si, bueno, no sé – titubeo sin mirarla a la cara.
  • ¡Martina! ¿No me digas que estabas con ella? Te lo dije, te dije que te meterías en líos si insistías en ser su amiga. Esta tía no tiene amigas, tiene súbditos – grita ella enojada.

Por suerte el semáforo se ha puesto verde para nosotros y los coches de detrás empiezan a pitar.

La saludo con la mano, mientras mi hermano arranca y la dejamos allí, de pie, mirando incrédula como nos vamos.

  • Tal vez Sofía podría ayudarte, parece una buena chica y creo que te conoce bien – afirma observándome.

Cierro los ojos de nuevo, intentando recordar el papel de Sofía en mi vida. Claro, ella siempre ha sido amiga mía, es muy buena chica pero últimamente se había vuelto muy aburrida. Todo le parece ilegal y nunca quiere saltarse las normas. Supongo que por eso intenté acercarme a Valeria, la chica mala del insti.

Pero estar en ese grupo  tiene sus dificultades, ahora me acuerdo que te hacen pasar por varias pruebas, algunas de las cuales pueden llegar a ser toda una aventura.

Seguramente, por eso fui a los grandes almacenes con ella,  para hacerme alguna prueba. Bueno, puede que no sea mi mejor amiga, pero, tal vez, he estado ansiosa para que lo fuera.

Por fin llegamos a la Jefatura, veo a papá esperando en la puerta, fumándose un cigarrillo. Está más delgado, pero tiene buen aspecto y entonces recapacito y pregunto:

  • Si yo no le he contado nada por teléfono, ¿Cómo sabía  que tenía que venir a la Policía? Y tú, ¿cómo has sabido dónde localizarme?
  • Por si no te acuerdas, papá es detective y cuando le has llamado después de tanto tiempo sin verle, para decirle que le necesitabas, ha pensado que ocurria algo grave. Así que ha hecho un par de llamadas y se ha puesto al día en lo referente al centro comercial. Luego me ha llamado a mi, para que viniera a buscarte y te acompañará mientras él seguía investigando. Cuando me ha dicho que estabas en una tienda de los grandes almacenes, enseguida he sabido cual era – dice sonriendo, mientras para el coche delante de papá.

Tira el cigarrillo y me abre la puerta, salgo enseguida y  me abrazo a él llorando desconsoladamente, tengo ganas de  decirle que le quiero mucho, que siento mucho lo mal que me he portado con él, quiero que nos contemos todo lo que ha pasado este tiempo que no nos hemos visto, deseo decirle una y mil veces lo importante que es para mí, pero me bloqueo y, aunque abro la boca, no me sale ni una palabra.

Mientras me acaricia la espalda vigorosamente, me susurra al oído palabras cariñosas, como siempre, como si no hubiese pasado nada.

Nos miramos a los ojos y, sin parar de llorar, logro decir:

  • No sé qué ha pasado, no recuerdo nada. Tengo mucho miedo.
  • Tranquila, siempre serás mi pequeña y, pase lo que pase, yo estaré a tu lado para ayudarte – murmura a mi oido, susurrando.

Cogiéndome por el hombro, entramos en la oficina de la Policía. Estoy aterrorizada, aunque sé que estoy en buenas manos, porqué ni mi padre ni mi hermano dejaran que me ocurra nada malo.

No puedo evitar pensar que tengo suerte de ser menor de edad.

(Continuará)

 

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