Las pruebas

Capítulo 5

David sigue detrás de mí. Ha apartado con cuidado mi larga cabellera negra y está desinfectando con esmero mi herida.  El fuerte olor del antiséptico se cuela por mi nariz haciéndome estornudar. Me escuece mucho, pero me hago la valiente, aunque en el fondo tengo ganas de levantarme de la silla, abrazarme a él y pedirle que me lleve lejos, que me salve de todo y de todos, como cuando era pequeña.

Le oigo carraspear. Sé de sobra que quiere hablarme, que tiene algo importante que decirme, pero no sabe cómo hacerlo. Seguro que es grave, sino ya me lo habría contado.

Una vez da por terminado el aseo de la lesión, se sienta delante de mí y, cogiéndome las manos, las acaricia suavemente, dibujando con sus dedos círculos en el dorso. Después, me mira fijamente a los ojos y, con esa mirada gris tan expresiva, me dice, casi susurrando:

  • La situación es grave, no te voy a engañar. La llamada era de papá. Está en Comisaria, intentando averiguar qué se sabe de las pruebas y qué dicen las huellas.
  • Y Valeria, ¿cómo está? ¿Está viva? – pregunto balbuceando.
  • Sí, está viva. Recibió una puñalada en un costado, pero no es grave. Parece ser que al caerse se dio un golpe en la cabeza contra una esquina y está en coma. – contesta observándome detenidamente.
  • ¿En coma? Pero, ¿se sabe quién lo hizo? – pregunto con un nudo en la garganta.
  • No, no hay nada seguro, aunque tú te conviertes en la sospechosa número uno, sobre todo, después de fugarte – responde David, muy serio.

Un escalofrío recorre mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. No sé si quiero oír más, pero él sigue hablando, despacio, con el semblante serio:

  • Por lo visto, han encontrado dos pruebas, una navaja plegable y un pisapapeles de cristal de Murano. Ambas pruebas fueron robadas de una tienda de decoración que hay justo al lado de los aseos de la planta baja.
  • Pero… ¿cómo saben que las robamos nosotras? – pregunto un poco enfadada.
  • Por el vídeo de seguridad. Dice papá que se ve claramente como tú te guardas la navaja en un bolsillo del pantalón y Valeria se mete el pisapapeles en el bolso – contesta él con una mueca.
  • ¡Jope! ¿Soy una ladrona y una asesina? No puede ser, tiene que haber algún error – balbuceo asustada.
  • Bueno, habrá que hacer una reconstrucción de los hechos, pero también es importante que intentes recordar – dice David.
  • Quiero ir al Hospital, necesito ver a Valeria – pido tragándome las lágrimas.
  • Imposible, pequeña, ella está en observación, no puede entrar nadie, sólo su madre y su hermana bajo supervisión médica – contesta rápidamente.
  • ¿Y ahora qué? – pregunto con lágrimas en los ojos.
  • Ahora esperaremos a que papá acabe de hacer unas investigaciones en la policía, después nos llamará y te acompañaré a la Comisaria para declarar lo que recuerdes – contesta intentando esbozar una sonrisa tranquilizadora, mientras sigue acariciándome las manos suavemente.

No puedo evitar que se me escapen unas lágrimas y empiezo a sollozar. Apretándome fuertemente las manos, dice:

  • Parece ser que alguien te golpeo con el pisapapeles en la nuca, ¿no recuerdas haber visto a alguien más?
  • Solo recuerdo que abrí los ojos y estaba en el suelo de los aseos. No recuerdo nada más – digo comiéndome el llanto.

Vuelve a sonar su teléfono. Veo en la pantalla la cara de papá. Me suelta las manos para contestar:

  • Dime, ¿qué hay de nuevo?.

Tengo el corazón en un puño, mientras le veo asintiendo, con la mirada perdida en el servilletero, jugueteando con el vaso, asintiendo de vez en cuando. Hablando con monosílabos. Su frase más larga es:

  • Venimos enseguida.

Cuando deja el teléfono encima de la mesa, me mira a los ojos, diciéndome:

  • Ha llegado el momento, pequeña. Ahora te acompañaré a la Policía. Papá nos está esperando. Tienes que ser muy valiente, te van a hacer muchas preguntas, preguntas de todo tipo, pero tú no te preocupes porque nosotros estaremos a tu lado. Mientras tanto, intenta recordar lo que puedas.

Nos levantamos y, mientras David paga los refrescos a Lola, me entran ganas de huir de nuevo. Esta vez más lejos, quiero olvidarme de todo.

Bajamos por las escaleras mecánicas y, cuando llegamos al vestíbulo, topamos con Javi y Alex. Javi se acerca y, mirándome a los ojos me coge de las manos, mientras pregunta:

  • ¿Qué le ha pasado a Valeria? ¿Sabes algo? Creo que es grave.

Se me nubla la vista y una corriente de imágenes me viene a la cabeza, pero no puedo ordenarlas y me confunden todavía más. Mi hermano me coge del brazo y tirando de mi me arrastra hacia la salida diciendo:

  • Vamos, Martina, nos están esperando.

Desconcertada, sigo a David, sin dejar de mirar a Javi. Hay mucha gente y tenemos que esquivarlos para poder ir hacia la salida. Miro de reojo y veo que  los aseos están precintados y hay un policía apostado en la puerta.

Ahora me doy cuenta que me da miedo recordar.

(continuará)

 

 

 

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