19.De boda
Me despierto sobresaltada porque Cosme está zarandeándome mientras me suplica que me levante enseguida, dice que debemos marcharnos cuanto antes si no queremos llegar tarde. No entiendo nada, me pregunto qué hace mi tío al lado de la cama, despertándome.
Me incorporo asustada, poco a poco voy recordando que me quedé a dormir en su casa porque vamos a una boda. Me desperté de madrugada por culpa de una pesadilla horrible y Lidia me hizo beber una infusión, que, al parecer, me ha hecho dormir plácidamente el resto de noche.
Me levanto deprisa, voy al baño, me ducho, me visto y entro en la cocina, donde me envuelve un agradable aroma a tostadas y café recién hecho. Me siento en la mesa, donde Cosme me ha dejado un plato con dos tostadas, jamón, queso y un zumo de naranja. Observo que él ya ha desayunado, así que me espabilo, porque todavía tengo que arreglarme el pelo y maquillarme un poco.
Enseguida que me acabo el café voy al baño para secarme el pelo y, delante del espejo me peino una trenza lateral, que remato colocando un par de clips brillantes en forma de mariposa. En el neceser pongo el maquillaje, barra de labios y sombra de ojos para arreglarme en el área de servicio que encontraremos antes de salir de la autopista.
Sentados en el coche, Cosme me felicita porque conseguimos salir a la hora prevista, mientras intento relajarme para un largo viaje en coche. Quiero ser amable e interesarme por sus problemas, así que le pregunto:
- ¿Has podido solucionar el problema del dinero invertido?
- Sí – contesta dejando ir un largo suspiro, luego sigue contándome – Lidia se enfado mucho, pero luego me propuso sacar el dinero que teníamos ahorrado para la jubilación con dos condiciones, la primera que nunca más intentaría invertir sin consultárselo y la segunda que, a partir de ahora, deberé ahorrar para devolver todo el dinero que hemos sacado.
- Me alegro mucho de que hayáis podido solucionarlo, porque esa gente parecía muy chunga – confieso sonriendo.
- Sí, cuando devolví el dinero me saqué un buen peso de encima – revela aliviado.
- ¿Tienes a menudo pesadillas como la de esta noche? – pregunta mirándome de reojo.
- Sí, muy a menudo tengo sueños de todo tipo y la mayoría me lo hacen pasar mal – declaro suspirando.
- Tal vez deberías consultar con un profesional, seguramente podría ayudarte. Dicen que los sueños son problemas, temores o deseos que hemos almacenado en algún rincón de nuestra mente y se manifiestan cuando nuestro cuerpo y el cerebro descansan – explica convencido.
- Es posible, porque a mí me parecía que tenía una vida fácil y tranquila hasta que papá se fue de casa y mamá enloqueció. Cuando conocí a Leo creí que me estaba ayudando, pero ahora me doy cuenta de que todo ha ido a peor – confieso suspirando.
- Ese es otro tema del que quería hablarte, porque estás embarazada de Leo, el cual parece ser muy promiscuo, por lo que, tanto Lidia como yo, opinamos que deberías ponerte en manos de un buen ginecólogo para que te haga una revisión a fondo, incluso debería hacerte unos análisis completos para descartar que no te haya infectado con alguna enfermedad venérea o sida – comenta asustándome.
- Vale, tienes razón, debo ir a un ginecólogo, puesto que he decidido seguir adelante con el embarazo, aunque Leo no vuelva, que es lo más probable – explico desahogándome.
- Ya sabes que tienes todo nuestro apoyo y te ayudaremos en lo que sea necesario, sin embargo, quiero que pienses en la propuesta de trasladarte a vivir a nuestra casa. Podríamos arreglar la habitación de Nico, pintándola y decorándola a tu gusto y preparándola para ti y el bebé – propone sonriendo.
- Creo que esa idea me gusta mucho, aunque David me ha ofrecido que vaya a vivir a casa con él y Carol, pero pienso que ellos están empezando una nueva vida juntos y no quiero entorpecer ese momento romántico por el que están pasando. También he pensado que será más fácil si me quedo en vuestra casa, para el trabajo, porque quiero prepararme para ser una buena profesional. Espero no molestar y ser de ayuda – comento entusiasmada con la idea de trasladarme y dejar de una vez esa casa que solo me ha traído problemas, puesto que, a los pocos días de vivir allí, fue cuando intentaron violarme.
- Por cierto, ayer por la noche, antes de ir a dormir, estuve mirando las fotografías que Nico tiene en su habitación y encontré una de una excursión al monte, con mucha gente, pero me llamo la atención que, al lado de mi primo, abrazado a él, estaba Leo – explico mientras saco la foto del bolso y se la pongo delante.
- ¡Vaya! No tenía ni idea de que se conocían, cuando hagamos una parada ya me la dejarás mirar bien, a ver si conozco alguien de los que están en esa foto – dice asombrado.
- Sabes, también pienso mucho en mamá, no es justo que esté inmóvil en esa cama de hospital, cuando ella siempre ha sido muy trabajadora y luchadora. Siento como si la hubiésemos abandonado. Por una parte, me da mucha pena que la desconecten de las máquinas, sin embargo, si ella pudiese decirnos lo que piensa, seguramente, nos obligaría a hacerlo – digo, exponiendo mis pensamientos en voz alta.
- Comprendo que dudes sobre si es lo correcto y pienso que habéis sido muy valientes, pero estoy seguro de que ella no querría ser una carga para vosotros y, mucho menos, permanecer inmóvil en una cama de hospital – asegura animándome.
- Ahora pararemos en la última área de servicio antes de salir de la autopista. Podemos comer un poco y tomarnos algún café – propone desplazándose hacia el carril de la derecha.
- Con tanta charla, se me ha pasado el viaje volando – explico sonriendo.
Comemos un par de bocadillos con atún, lechuga, tomate y huevo duro, porque él insiste en que comeremos tarde y no podemos permitir que nos ruja el estómago. Luego pido un cortado con poco café, mucha espuma y azúcar moreno y le pongo un diez, porque está buenísimo.
Después vamos al servicio, donde aprovecho para retocarme el peinado y maquillarme, mientras me pongo la sombra de ojos, recuerdo que Víctor me dijo que tenía muy mala cara, así que me esmero en borrar todas las lágrimas derramadas y las noches de pesadilla que no me han dejado descansar.
Cuando salimos de la autopista cogemos una sinuosa carretera comarcal que asciende hasta una montaña y casi en la cima está ubicado el Hotel con vistas, por un lado, al mar y, por el otro, al monte.
Llegamos antes de la hora prevista, Cosme se queda hablando con la directora, que es amiga suya y yo aprovecho para estirar las piernas y visitar la zona. El edificio no es muy alto, solo tiene cinco plantas. También dispone de una zona con varios bungalows, con jardín privado, con vistas al mar.
Entro en el comedor, es una sala bastante grande, cuadrada, con unas enormes ventanas, desde donde se puede ver un hermoso paisaje marítimo. Salgo a la terraza, hay mesas y sillas dispuestas alrededor de una barandilla transparente, donde algunos clientes están desayunando y disfrutando del paisaje. A la derecha una larga escalera de madera baja hasta la playa, por un bonito camino que transcurre entre pinos y pequeños matorrales.
Desciendo lentamente, disfrutando de la hermosa vista, con el sol acariciándome suavemente, mientras me envuelve el agradable aroma a mar. Al final de la escalera encuentro una explanada rodeada de rododendros, rosales y buganvilias, con un mirador. Desde aquí puedo ver, a la derecha, una piscina rodeada de césped, con tumbonas y sombrillas, a la izquierda una arboleda de pinos y encinas, con las mesas y sillas preparadas para el banquete y en el centro un altar adornado con varias filas de sillas forradas con tela blanca mirando hacia el altar y con la playa al fondo.
Consulto la hora en el móvil, son casi las diez, así que vuelvo a subir por la escalera de madera y me dirijo a recepción, donde Cosme me está esperando. Me da el número de habitación de la novia, para que le haga el reportaje mientras se prepara, mientras él irá a la habitación del novio. En el estudio crearemos un montaje con las fotografías de los dos.
Llamo a la puerta ciento once, me abre Cristina, mi mejor amiga, la miro sorprendida, mientras ella asombrada también, engalanada con un elegante vestido largo, azul y el pelo recogido en un moño, me abraza con fuerza, mientras lucho por evitar que se me escapen las lágrimas. Al separarnos nos miramos sonriendo, mientras me dice:
- Que alegría Raquel. No sabía que te habían contratado para hacer el reportaje.
- ¿Quién se casa? – atino a preguntar, sorprendida.
- Mi primo Edgar. Se casa con Martina que, como ya sabes, llevan un montón de años juntos, desde el instituto – contesta divertida.
- Es que se ocupó de todo mi tío Cosme y no sabía de quién era la boda. Pero es una grata sorpresa – explico entusiasmada.
- Entra, verás que guapa está Martina – ordena sin dejar de sonreír.
Me asombra observar que la novia no lleva el clásico vestido, ya que ha apostado por unos pantalones de gasa transparente y un top de raso blanco atado al cuello dejando los hombros al descubierto. La peluquera le está peinando el pelo suelto, ondulado, con unas finas trenzas recogidas por detrás con un pasador de brillantes, luego le coloca una pamela blanca de diferentes texturas. Calza unas sandalias blancas con plataforma, muy altas. Me fijo en los pendientes, son muy largos con brillantes y una pulsera de swarovski a conjunto con el anillo de prometida.
Se acerca y nos damos dos besos en la mejilla, luego me explica que ha escogido este traje porque va a cabalgar un caballo negro por la orilla de la playa, su padre y las damas de honor la esperarán para acompañarla hasta el altar. Será una sorpresa, porque, a parte de nosotras, nadie más lo sabe.
De una habitación contigua salen cuatro damas de honor vestidas igual que Cris, con un vestido largo azul. Reconozco a Lara, la hermana pequeña de Martina, Marta, la hermana mayor de Edgar, Berta y Nati, sus mejores amigas, que conozco del instituto. También está Cati, la madre de Martina, con un vestido rosa muy elegante y una pamela a juego.
Mientras las saludo preparo el trípode con la cámara digital y el zum. Empiezo mi trabajo sacando fotografías de los detalles hasta que llaman a la puerta, es Pablo, el hermano de Cris, que, por lo visto, es el padrino y trae un precioso ramo de rosas blancas para la novia junto con un pergamino donde está escrito el poema que le recitará.
Le guiño un ojo mientras fotografío el ramo y a Pablo desde varios ángulos, luego coloco a las damas de honor, a Martina y a su madre de manera que cuando Pablo recite su poema queden todos bien encuadrados, mientras me siento afortunada de ser la fotógrafa en esta boda, porque estaré acompañada por numerosas personas conocidas a las que aprecio mucho.
Creo que ya he hecho fotografías a todo lo que se podía fotografiar, incluso algunas fotos sorpresa de abrazos, besos, lágrimas de emoción, temblores de alegría, pero que en el momento del montaje pueden ser clave para que el reportaje sea un éxito. Me pongo en contacto con Cosme y nos organizamos para encontrarnos cerca del altar.
Van llegando los invitados, entre los cuales encuentro a muchos conocidos, algunos del colegio, otros del instituto, pero, sobre todo a los familiares de Cristina. Me acerco a saludarles, luego les fotografío cerca de la piscina, me encanta cuando algunos me piden que les haga fotos en grupo o solos.
Cosme también conoce a muchos de los invitados que también le piden que inmortalice ese día tan perfecto, así pues, los dos estamos muy ocupados. Tengo la ligera impresión de que el tiempo pasa muy rápido, porque me siento muy a gusto haciendo mi trabajo y charlando con todos.
Nos avisan de que nos preparemos para la entrada del novio con su madre. Les fotografío en el mirador y les espero al final de una pequeña escalera. Suena “Imagine” mientras ellos, cogidos del brazo empiezan a caminar. Estoy emocionada, incluso tengo un nudo en la garganta que casi no me deja respirar. Dejo ir un largo suspiro y hago cientos de fotos mientras ellos bajan por la escalera y se dirigen, lentamente, hacia el altar. Allí les espera el juez de paz que les casará, hablan un momento los tres, luego Aurora besa a su hijo y se sienta en una silla de primera fila, junto a su familia.
Cambia la música, ahora suena “Bohemian Rhapsody” y en la playa, tras una roca, aparece la novia cabalgando un precioso caballo negro, da un paseo por la orilla de la playa. Los invitados se abalanzan sobre la barandilla, se escuchan gritos de sorpresa y aplausos de todos los invitados.
Estoy en la playa con Juan, el padre de Martina y las Damas de Honor. Martina cabalga hasta donde estamos nosotros, el padre le ofrece su mano y la ayuda a bajar del caballo, las chicas le arreglan el traje y le ponen la pamela. Cuando está a punto, cambia la música y suena “Stand be me”, al tiempo que las damas de honor empiezan a caminar dirección al altar seguidas por Martina y su padre. Llegan delante del altar, donde está esperando Edgar, el padre besa a la novia, abraza al novio y se sienta en la primera fila, al lado de su familia.
Empieza la ceremonia hablando Jorge, el Juez de Paz:
Buenos días. Muchas gracias a todos por estar aquí, acompañando a Edgar y Martina en ese día tan especial. No quiero hacer un largo discurso porque seguramente me acabaríais abucheando, por lo que procederé a dar lectura a los artículos del 66 al 68 del código civil. A los cuales vosotros estaréis facultados y obligados una vez hayáis contraído matrimonio:
Artículo 66: «los cónyuges son iguales en derechos y deberes». Artículo 67: «los cónyuges deben respetarse y ayudarse mutuamente y actuar en interés de la familia». Artículo 68: «los cónyuges están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente. Deberán, además, compartir las responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes, y de otras personas dependientes a su cargo». Y ahora ¿Tenéis preparados los votos?
- Sí – responde Edgar – Te amo tal y como eres y por esa razón prometo escucharte en todo momento y aprender de ti cada día de nuestra vida. Creeré siempre en ti y celebrare cada uno de tus triunfos y gozaré de todo aquello que el futuro nos depare – a continuación, le pone el anillo.
- Te amo de una manera inexplicable, de una forma inconfesable, de un modo contradictorio. Te amo con mis estados de ánimo que son muchos y cambian de humor continuamente – sigue Martina, colocándole su anillo.
- Entonces, por el poder que represento, os declaro marido y mujer – concluye el juez – Podéis besaros.
Ellos se besan y todos aplauden, por lo que estoy muy atareada sacando fotos tanto de los novios como de los invitados, intento no dejarme nada importante, mientras escucho que el Juez anuncia:
- Ahora Pablo, el padrino recitará el poema con el que ha entregado el ramo a la novia.
Sigo sacando fotos mientras él recita su poema, al que todos aplauden. La hermana de la novia canta a capela una canción de amor que ha compuesto para ellos. Y la hermana del novio recita un poema escrito por ella.
Después de este cóctel de emociones, al son de “Hero”, los novios cogidos de la mano, caminan por el pasillo entre las sillas, mientras los invitados les tiran pétalos de flores. Yo voy detrás de ellos haciendo cientos de fotos entretanto, Cosme camina delante de ellos grabando un video.
No sé por qué, pero me siento un poco agobiada, mi corazón late deprisa, incluso en varias ocasiones me ha parecido ver una cara que no encaja con el resto de los invitados, tal vez alguien a quien no espero encontrar aquí, en un día tan bonito como hoy.
De repente, en el objetivo de la cámara aparece Leo, sonriendo. Aparto la cámara, miro delante de mí y le veo, entre los invitados, mirándome. Menos mal que llevo la cámara colgada del cuello porque de lo contrario se me habría caído al suelo.
Me quedo paralizada, sin escuchar nada más que el rápido palpitar de mi corazón, simplemente, uno frente al otro mirándonos fijamente, como en un duelo entre rivales.
(Continuará)
14/05/2019
Lois Sans