Otra vez me despierto aterrorizada, completamente sudada, con el corazón desbocado. Sentada en la cama, intento tranquilizarme, con unas cuantas respiraciones profundas, como me han enseñado en las clases de yoga, sin embargo, la oscuridad de la habitación no me ayuda. Inmediatamente recuerdo el horrible sueño que he tenido, el mismo de siempre, corriendo desnuda por el bosque, sé que me alguien me persigue, pero la niebla no me deja distinguir nada más que sombras hasta que me agarran del brazo, entonces me despierto angustiada. Esa misma pesadilla se va repitiendo casi cada día desde hace quince días, desde que ocurrió aquello que intento olvidar, aunque no puedo.
Ahora que estoy un poco más calmada, tanteo a mi lado deseando encontrar el cuerpo de Leo respirando profundamente, sin embargo, su lado de la cama está vacío y un leve estremecimiento recorre mi cuerpo. Desearía poder abrazarle mientras huelo el aroma de su suave cabello, que hace que me sienta segura y protegida. Le llamo esperando oírle en el baño, pero nadie responde y el miedo se apodera de mí.
No sé por qué no me atrevo a abrir la luz y decido levantarme lentamente, camino despacio hasta que tropiezo con la pata de la cama y suelto un pequeño grito ahogado. Aunque me he machacado el dedo pequeño del pie, sigo andando en dirección a la ventana y, por el camino tropiezo con un zapato y casi pierdo el equilibrio.
Cuando llego a la ventana, descorro la gruesa cortina, sin embargo, una espesa niebla no me deja ver la calle, ni siquiera la farola que hay en frente facilita la visión, parece que estoy de nuevo en mi sueño me angustio un poco más. Aunque no puedo ver la calle con claridad, creo distinguir una figura junto al banco, parece Leo.
Me pregunto por qué está en la calle, extrañada me quedo de pie observando, intentando descubrir si hay alguien más. De repente escucho un grito desgarrador, un alarido largo y penetrante que me hace estremecer.
Desconcertada no me atrevo a moverme hasta que escucho la puerta de casa, así que rápidamente cierro la cortina, dejando una pequeña abertura para que la luz de la farola ilumine un poco la habitación, luego me meto en la cama, intentando aparentar que estoy dormida, aunque es posible que mi corazón me delate porque palpita más rápido de lo normal, cualquiera se daría cuenta de que tengo los nervios a flor de piel.
Se abre la puerta muy despacio y Leo entra descalzo con los zapatos en la mano, yo simulo que duermo profundamente, aunque tengo un ojo medio abierto para espiar todos sus movimientos. Se sienta en el borde de la cama, me llega el aroma de su colonia a almizcle mezclada con el sudor que desprende su cuerpo, a continuación, le oigo sollozar, pequeños suspiros ahogados durante cinco o diez minutos, que me parecen eternos.
Después suspira profundamente y se levanta, se gira y me mira, cierro los ojos rápidamente, oigo como entra en el baño. Cuando sale, se ha quitado la ropa, solo lleva los calzoncillos, se sienta en la cama, vuelve a suspirar, aprovecho para girarme de espaldas a él, mientras se mete en la cama, se acerca a mí y se abraza a mi cuerpo haciéndome estremecer, incluso, sin querer, me excita tener su respiración en mi cuello y, cuando apoya sus labios en mi piel caliente, un escalofrío recorre todo mi cuerpo, cierro los ojos fuertemente intentando que no note que le estoy espiando.
Intento respirar pausadamente, aunque mi corazón sigue latiendo apresurado, no obstante, no creo que lo note porque él continúa sollozando y, por un instante, siento la necesidad de darme la vuelta y pedirle explicaciones, que me cuente porqué estaba en la calle, de quién era el grito y porqué está llorando, pero tengo miedo de conocer la verdad, de que su explicación no me guste, así que sigo simulando que estoy dormida, con los ojos fuertemente cerrados.
Sigue abrazado a mí hasta que suena su teléfono, de un salto se levanta, coge el móvil de la mesilla de noche y le oigo decir:
- Dime
Le observo mientras camina por la habitación escuchando sin decir nada, con la cara desencajada y cuando cuelga me atrevo a preguntarle:
- ¿Ocurre algo?
- No, tranquila. No te preocupes – contesta intentando aparentar una calma que no tiene.
- ¿Quién era? – consigo preguntarle.
- Mi jefe – responde con un temblor en la voz que delata su mentira.
- ¿De madrugada? Tiene que ser muy importante – sigo atosigándole.
Se acerca, se sienta en la cama a mi lado y me besa en la boca, a los dos nos tiemblan los labios y eso nos excita, nos acariciamos donde más nos gusta y acabamos haciendo el amor de una manera alocada, con prisas, como si fuese el último día de nuestras vidas.
Justo cuando los dos llegamos al orgasmo se oyen sirenas, tal vez la policía, los bomberos o alguna ambulancia, frenazos de coches, gente hablando fuerte, sé que ha pasado algo horrible y, por la cara que ha puesto Leo, me temo que tiene algo que ver, pero seguimos abrazados hasta que se escucha el timbre de la puerta.
(continuará)
Lois Sans
8/1/2019